El trekking, como actividad, encuentra sus raíces más profundas en las antiguas civilizaciones nómadas, que dependían de extensos desplazamientos para garantizar su supervivencia.
Estas comunidades recorrían largas distancias en busca de pastos para sus animales, agua y alimentos esenciales para sus familias, lo que exigía una continua adaptación al entorno y un extraordinario dominio de la orientación y la supervivencia bajo condiciones extremas.
En lugares como Mongolia, tribus nómadas como los Khoton y Durvud aún realizan migraciones a través de las imponentes montañas Altai.
Lo hacen siguiendo rutas milenarias, transmitidas de generación en generación. Su conexión simbiótica con los animales y el entorno evidencia un profundo respeto por los ciclos naturales y una capacidad admirable para enfrentar adversidades.
De manera similar, en el Tíbet, los nómadas tienen un rol fundamental en la conservación de sus tradiciones y el manejo responsable de los recursos naturales.
Los pastores de yaks tibetanos siguen patrones migratorios estratégicos que maximizan el uso de los pastos de alta montaña, asegurando así el bienestar de sus rebaños y la sostenibilidad de su modo de vida.
Esta herencia nómada sigue siendo un ejemplo de resiliencia y equilibrio con la naturaleza.
Primeras Caminatas y Civilizaciones Antiguas
Desde los comienzos de la humanidad, caminar ha representado una actividad esencial para garantizar la supervivencia. Las civilizaciones antiguas, como los egipcios, griegos y romanos, desarrollaron caminos que servían para múltiples propósitos, incluyendo el comercio, la migración y la exploración.
Estas rutas, además de facilitar el intercambio cultural y económico, se convirtieron en vías fundamentales para la expansión de sus sociedades.
Hoy en día, muchos de estos antiguos senderos siguen siendo transitados por senderistas y aventureros, quienes disfrutan de su legado histórico y de la conexión con paisajes cargados de historia.
Caminatas en la Edad Media y Renacimiento
Durante la Edad Media, caminar largas distancias estaba íntimamente ligado a los peregrinajes religiosos.
Los peregrinos atravesaban extensos territorios para llegar a lugares sagrados como Santiago de Compostela, impulsados por el deseo de búsqueda espiritual y penitencia.
Más adelante, en el Renacimiento, esta práctica evolucionó hacia un enfoque más recreativo.
La aristocracia europea comenzó a recorrer los paisajes naturales de sus regiones, no solo por curiosidad, sino también por admiración hacia la belleza de la naturaleza, marcando así el inicio de una nueva percepción del senderismo.